martes, 13 de febrero de 2018

El sublime

El sublime es una idea estética que aparece por primera vez en el siglo III dC en un texto de Pseudo-Longino pero es durante los siglos XVII-XVIII en que adquiere mayor importancia. El sublime aparece como respuesta a la incapacidad de los hombres para abastar algunos objectos y limites. Las anteriores ideas estéticas como la belleza o la fealdad, presentes en el arte des de las primeras representaciones artísticas, resultan insuficientes, hace falta una nueva categoría estética: el sublime. El Romanticismo fue el gran movimiento de la concepción del sublime. A pesar de eso, el Romanticismo alemán vincula al sublime con la belleza mientras que el inglés hace lo contrario. Kant es uno de los grandes teóricos sobre el sublime y la belleza. Mientras que la belleza produce un placer estético visual, el sublime produce un sentimiento de suspensión en las facultades vitales diferente al placer estético visual. 

David Caspar Friedrich (1774-1840), artista del Romanticismo alemán, es uno de los más claros ejemplos de artista que recurre al sublime en sus obras. Caspar Friedrich es un pintor fascinado por los paisajes, las grandes montañas, la inmensidad del mar, el cielo, etc. Algunas de las obras más representativas son: Viajero frente un mar de nubes (1818), La abadía en el robledal (1809) o Mañana en Riesengebirge (1810-11). 
 Monje frente al mar, 1808-1809, 110x171.5 cm, David Caspar Friedrich (1774-1840),  Staatliche Museen, Berlín.
Fuente: Wikipedia 
Sin embargo, la obra más célebre de este pintor: Monje frente al mar (1808-09), pertenece también al género de representaciones de lo sublime. La obra inquieta tanto como maravilla al espectador. El cielo ocupa gran parte de la pintura. El cielo aparece azul en la parte superior pero nublado y tormentoso en la parte inferior, donde hay el mar. Un mar oscuro que no termina nunca, que se junta con el gris del cielo. Frente al mar un monje que mira al mar, de espaldas al espectador de la obra. Un monje solo que mira hacia el infinito. El espectador no siente miedo al ver al monje enfrentarse al temporal porque esta situado sobre una roca. La roca da estabilidad a la obra y también al espectador. La observación de la naturaleza y su abrumadora fuerza son elementos que maravillan al hombre. No se trata de un placer relacionado con la belleza sino con el sublime, ese sentimiento de superación y fascinación. Ese sentimiento de alguna cosa que no se puede alcanzar, solo observar y admirar. 
Joseph Mallord William Turner (1775-1851) es otro de los máximos representantes del sublime, en este caso, en el Romanticismo inglés. Su obra inicial con obras como Dido reina de Cartago (1815) no tiene nada que ver con sus ultimas obras como Dos barcos (1830). De hecho, Turner es considerado uno de los artistas más revolucionarios e innovadores del Romanticismo. Su obra se caracteriza por un interés constante en temas atmosféricos y meteorológicos así como los efectos de la luz y el agua. 
Tormenta de nieve, 1842, 122x91cm, William Turner (1775-1851), Tate Gallery, London.
Fuente: Wikipedia Commons
La obra Tormenta de nieve (1842) puede entenderse como una síntesis de la obra de Turner. Con esta pintura Turner se aleja totalmente de las representaciones navales y figurativas anteriores y empieza un camino hacia la abstracción. La representación se centra en un barco que navega entre una tormenta de nieve. De la misma forma que Friedrich, Turner muestra como el hombre es sobrepasado por la naturaleza en forma de tormenta. El barco, como metáfora del hombre, lucha por no hundirse entre la terrible tormenta de nieve que lo envuelve. En la pintura no se puede diferenciar hasta donde llega el cielo y dónde empieza el mar, donde acaba el vapor del barco y donde empieza la niebla. Se trata de una mezcla de natura desmesurada que lo envuelve todo. Se trata del sublime. 

Así pues, Friedrich y Turner son algunos de los artistas más representativos del Romanticismo alemán e inglés que con su obra dieron respuesta a una nueva necesidad estética que iba más allá de la belleza o la fealdad. Así es como el sublime se consolida como categoría estética con gran importancia a partir del siglo XVII y que perdura hasta nuestros días. 

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